QARDAHA. Un día más de luto en Qardaha. Ammar Someya, de 28 años, fue abatido el jueves en el puesto principal de acceso a Tadamón, barrio de Damasco con fuerte presencia de grupos opositores armados. Los vecinos acuden a arropar a la familia y saludan a Samir, el padre del «mártir» número 190 de la localidad de donde provienen los El-Asad. Tres retratos enormes de Hafez el-Asad -presidente del país entre 1970 y 2000 y cuyo cuerpo descansa en un mausoleo de mármol blanco que preside la ciudad-, Bashar y su hermano Maher, responsable de la IV División del Ejército, dan la bienvenida a los recién llegados a este velatorio «donde tenemos una mezcla de tristeza y alegría porque el deber de nuestros jóvenes es defender la patria contra esos bandidos que los occidentales tratáis como héroes», denuncia Samir, que lamenta haber tardado dieciocho meses en ver al primer periodista occidental en la ciudad. Qardaha, conocida como «la cuna de los leones» (Asad significa león), se encuentra 340 kilómetros al norte de Damasco y es la puerta de entrada a la cadena montañosa que conforma el auténtico bastión de la secta alauí en el país.

Los alauíes (antiguamente nusairis, y que no tienen relación alguna con la dinastía homónima marroquí) representan apenas entre el 12 y el 15% de los 24 millones de sirios y en las últimas cuatro décadas han dejado atrás una historia marcada por la persecución y el sometimiento a la gran mayoría suní, entre el 70 y el 75 % de la población actualmente. Su creencia mezcla valores del cristianismo y, sobre todo, del chiísmo, para conformar una religión marcada por el secretismo a la que muchos expertos del Islam no dudan en calificar de «herejía». En Qardaha nació y descansa el cuerpo de Hafez el-Asad, «creador de la Siria moderna», repiten los vecinos, y toda la familia es venerada. Cuesta dar un paso por las calles sin encontrar un cartel con la foto de uno de ellos. El padre del actual presidente marcó el ascenso a los puestos clave del régimen y del partido Baaz de miembros de esta confesión, que hoy lideran las fuerzas del orden, la inteligencia («mujabarat») y los paramilitares de la «shahiba» (literalmente matones o fantasmas) encargadas de la primera línea de combate en la lucha contra la oposición armada.Guerra contra «infieles»

«Primero van los alauíes, luego drusos y cristianos y después los suníes», es el orden oficioso en el campo de una batalla que aquí todos saben de memoria y se nutre de la fidelidad sin fisuras de esta minoría para conformar su primera línea de choque. «Desde el inicio de la crisis todos los jóvenes quieren alistarse», confiesa el alcalde, Faisal Ali Moala, para quien «no entra dentro de nuestras cabezas la creación de un Estado propio, somos sirios y la patria está por encima de todo». La gran amenaza para esta secta «y para todo el país es la llegada de salafistas, radicales que no admiten una forma de pensar distinta a la suya. Somos hermanos y así hemos vivido hasta que los intereses y el dinero extranjeros han empezado su campaña contra Siria», lamenta Adib Ayoub, clérigo alauí de Qardaha. Los líderes religiosos de la comunidad tratan de mitigar el impacto que tienen en las calles de las aldeas los mensajes de los canales religiosos saudíes donde se llama a la «guerra santa contra infieles y herejes». «Yo he rescatado las lecciones de Saleh al-Ali (líder alauí de la resistencia frente a los franceses en el siglo XIX), que rechazó frontalmente la creación de un miniestado sectario en la costa y montañas. Siria es una sola identidad», sentencia Ayoub, que viste traje de chaqueta y pantalón oscuro con un pañuelo blanco largo en el cuello que le distingue como hombre de religión.

«Aquí lo único que sabemos de los problemas que sufre el país es lo que vemos por televisión y lo que se comenta en los velatorios de los jóvenes mártires», asegura Suleiman Annajar, dueño de una tienda de teléfonos móviles de pequeñas dimensiones donde se pueden ver hasta nueve fotos del presidente y una de su padre, «pero la más grande la guardo en mi corazón». Hablar de política supone hablar de la infalibilidad de un Bashar el-Asad que «no ha cometido un solo error en sus doce años de mandato y por eso estamos dispuestos a morir por él, no hay alternativa posible», afirma Ihab Yousef, propietario de una licorería que lleva tatuados los brazos con mensajes de Hafez el-Asad y el líder de Hezbolá Hasán Nasrala. El miedo a la llegada de grupos armados ha llevado a la comunidad a formar comités populares en los que civiles armados se encargan de controlar los accesos a Qardaha; «si se les ocurre venir, aquí nos encontrarán», dice uno de los jóvenes responsable ahora de la seguridad.