DAMASCO. Diez días después del estallido de los combates Malula es una aldea muerta. Los civiles huyeron tras los primeros enfrentamientos del miércoles y la gran mayoría se encuentra en Damasco, donde las distintas parroquias les han proporcionado cobijo de forma temporal hasta que el Ejército controle la situación y puedan volver a sus casas. Cada tarde se juntan en la iglesia de Zeitun para rezar por sus muertos y compartir las últimas noticias que les llegan desde su aldea, situada a apenas 50 kilómetros. La proximidad al barrio de Jobar, con fuerte presencia de grupos armados de la oposición, hace que esta parte cristiana de la Ciudad Vieja haya dejado de ser segura y esta semana varios morteros han impactado en el templo. Ante la negativa de las autoridades sirias a conceder un permiso a este enviado especial para viajar a Malula, la iglesia de Zeitun se convierte en la mejor manera de tener un relato de los hechos.
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Las mujeres van de luto riguroso. Samira Dahau no pudo salir de Malula hasta el sábado “cuando me lo permitieron los terroristas, pero retuvieron a mi marido que se las arregló para huir el domingo a pie por los huertos de unos vecinos”, relata con nerviosismo. Esta mujer de 69 años estaba hablando por teléfono con su hermana el miércoles a las 5.45 de la mañana cuando escuchó una fuerte explosión. Era el coche bomba empleado por los grupos armados de la oposición, con presencia entre ellos del Frente Al Nusra, vinculado a Al Qaeda, para dar el golpe sorpresa al puesto de control del Ejército en el acceso principal. “Después empezaron los morteros y uno impactó en mi casa. Parte del techo se vino abajo. Dos horas más tarde entraron casa por casa. Rompían las puertas a patadas al grito de Dios es grande”, confiesa aterrorizada ante la mirada de vecinos y amigos.
Los más rápidos huyeron antes de que los rebeldes se hicieran con el control. Permanecieron durante 24 horas en este lugar considerado como el corazón del cristianismo en el país porque allí se conserva el arameo, la lengua de Jesús, y se replegaron para regresar un día más tarde con refuerzos y colocar francotiradores en las montañas. “Son una mezcla de musulmanes de Malula y yihadistas extranjeros, pero son los propios musulmanes del pueblo quienes les han abierto las puertas, eso es lo más grave”, lamenta Antón Obeit, constructor de 57 años que se siente “traicionado por mis propios vecinos, teníamos un pacto de no agresión desde que empezaron los problemas en todo el país y lo han roto”. Antón está a las puertas de la iglesia donde se reza por tres hombres de la aldea que los rebeldes “ametrallaron y decapitaron bajo la acusación de ser leales al presidente”, denuncia Fady Barkil, sacerdote y primo de Anton Talaab, sacristán del convento de San Sergio y San Baco ejecutado por los opositores.
Traición musulmana
De los 5.000 ciudadanos que tiene esta aldea, los vecinos consultados calculan que unos 1.500 son musulmanes y el resto cristianos. Sarkis Barkil pertenece al Ejército de Defensa Nacional, formación paramilitar de leales al régimen con capacidad de acción en todo el país, y piensa que “el móvil de este ataque es simbólico, quieren echarnos de Siria, como ya lo intentaron en Irak”. Los cristianos en Siria (ortodoxos, siríacos, maronitas, católicos de rito armenio…) representan el diez por ciento de la población y desde el comienzo de la crisis la jerarquía ha intentado mantenerse neutral en un conflicto que les ha golpeado de forma directa en forma de coches bomba contra sus comunidades, el asesinato de al menos tres sacerdotes y varios secuestros, entre ellos los del obispo metropolitano de Alepo y Alejandría, Bulos Yaziji, y el siriaco ortodoxo de Alepo, Yuhanna Ibrahim, de quienes no se tiene noticias desde abril.
Fuentes próximas al Ejército Sirio Libre (ESL) consultadas aseguran que “el objetivo de tomar Malula es puramente estratégico porque de allí se controla la autopista de la capital a Homs, no es nada contra los cristianos. Es cierto que la mayoría de civiles han huido y están enfadados con nosotros, pero hay también millones de sirios dentro y fuera de Siria fuera de sus casas y enojados con el Ejército de Assad, es el precio que hay que pagar por la libertad”.
Horas después de empezar la batalla por Malula el Patriarca de Antioquía y todo Oriente para greco-ortodoxos, Gregorios II Laham, denunció que 450.000 cristianos ya han abandonado el país desde el estallido de la crisis. “Nosotros no nos vamos, somos de Malula y volveremos segurísimo”, apunta Andraos Kuba, jubilado de 63 años que cuenta las horas para regresar a una aldea que fue inexpugnable para los romanos, pero que las milicias rebeldes, con apoyo de Al Qaeda, han logrado vaciar durante más de una semana de cristianos.
*Artículo publicado por los diarios de Vocento el 14 de Septiembre de 2013