GAZA. El olor a muerto impregna las montañas de escombros. En amplias zonas de Shejaiya ya no hay calles, solo montañas de piedras y amasijos de hierro que esconden lo que hasta hace unos días eran las viviendas de miles de personas. Hay que aprovechar al máximo las doce horas de tregua pactada entre Israel y Hamás y lo primero es buscar a los parientes desaparecidos, pero los servicios de desescombro no dan a vasto. La gente se guía por el olor y grita pidiendo ayuda para sacar a los suyos. Wael Helo busca a once personas de su familia. Espera ante lo que era su restaurante de kebab del que apenas ha podido rescatar unas cajas con cebollas. “Lo primero son los muertos. De verdad que no me podía imaginar una destrucción de esta magnitud, es como si hubiera ocurrido un terremoto”, dice este hombre de 43 años, que cuenta los minutos para salir del barrio, aunque el panorama que le espera no es el mejor. “65 personas vivimos en casa de mi hermana, una situación inaguantable, pero no tenemos a dónde ir”, lamenta Wael.

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Los vecinos deambulan por la calle Nazzaz, una de las principales arterias de Shejaiya por la que al menos se puede caminar, como zombis en medio de este cementerio al aire libre en el que se ha convertido Gaza desde el inicio de la operación ‘Margen protector’. Los servicios sanitarios rescataron más de ochenta cuerpos en la Franja, que fueron sumándose a la lista de palestinos muertos que ya supera el millar.

Castigo como en Dahie

Zonas como Beit Hanoun o Shejaiya han desaparecido del mapa, los israelíes han aplicado un castigo similar al que sufrió Dahie en 2006, el bastión de Hizbolá al sur de Beirut, pero la reconstrucción en Gaza no será tan sencilla como en Líbano debido al bloqueo. Hamás, como la milicia chií libanesa, suele pagar compensaciones en metálico de forma inmediata a las personas que han perdido sus casas una vez que entra en vigor el alto el fuego. Naciones Unidas calcula que 2.655 viviendas han quedado destruidas y otras 3.175 han resultado dañadas, Israel también ha acabado con 116 escuelas, 18 centros de salud, comisarías de Policía, hospitales, parques infantiles, mezquitas, la planta eléctrica, granjas con vacas, la fábrica de colchones… “No podemos pensar en lo que haremos mañana, hay que sobrevivir al día a día. Ahora volvemos a la escuela de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos) donde hemos encontrado refugio y cuando todo pase veremos qué hacer”, afirma Moin Habib, que ha encontrado su casa en pie y ha logrado recuperar algo de ropa. Es uno de los pocos afortunados.

Las zonas más castigadas son aquellas donde Israel ha encontrado mayor resistencia, lo que lleva a Nasmi Galis a pensar que “es una venganza, perdieron varios hombres aquí y como no encontraron milicianos a los que matar dispararon contra las casas y todo bicho viviente. Hemos pagado su ira por la pérdida de soldados, pero no hay reproches a la resistencia, todos apoyamos la lucha contra Israel y asumimos el coste de la misma”. En la casa de Galis solo quedan, literalmente, las cuatro paredes exteriores, las tres plantas se han venido abajo y rebusca entre las piedras colchones de espuma porque “llevamos una semana durmiendo en el suelo y no podemos más”. El fin de semana pasado el Ejército sufrió una emboscada en Shejaiya y perdió al menos a siete hombres, uno de ellos el soldado Oron Shaul, el militar que Hamás asegura está en sus manos, pero del que no ha aportado pruebas de vida

El reloj corre en contra de los miles de desplazados que como hormigas tratan de recuperar todo lo recuperable de lo que fueron sus casas. El final del alto el fuego está cada vez más próximo y la maquinaria bélica de Israel no tardará en rugir de nuevo. Ibrahim Sukkar y sus hermanos no pueden más. Sentados en el suelo, se han quitado las chancletas –calzado nacional en Gaza pese a los escombros- y esperan a que llegue un primo con la carreta para llevarles al centro de la ciudad. “Nos vamos, pero no tardaremos en volver. Israel debe saber que esta es nuestra tierra y, si es necesario, plantaremos tiendas de campaña sobre las ruinas de nuestras casas hasta que las volvamos a levantar”, dice Ibrahim con el puño cerrado.

Coches, burros, furgonetas, camiones… el tráfico colapsa la única calle transitable que queda en Shejaiya. Todos huyen de nuevo al centro de la ciudad. La post ofensiva promete ser muy larga para los palestinos.

*Crónica publicada por los diarios de Vocento el 27-07-2014