BAGDAD. El vuelo 322 de MEA viaja medio vacío. Ni rastro entre el pasaje de tipos cachas con pinta de guardia seguridad, ni siquiera de un solo ‘hombre blanco’, han pasado dos años desde mi último viaje a Irak y el primer cambio se observa a simple vista. Nada que ver con aquellos vuelos desde Amman pagando precios de VIP, en aviones de color blanco de la Roya Jordanian sin un asiento libre y con unos compañeros de vuelo que invitaban a salir corriendo.
La compañía libanesa tiene un vuelo diario a Bagdad, apenas una hora más tarde que el de Iraqi Airways, antes conocida como Inshala Airways. El vuelo es de una hora y media porque, a diferencia de lo que hacen las compañías del Golfo, MEA sobrevuela Siria y por lo tanto no tiene que rodear el país. “Son las tres en punto de la tarde y la temperatura exterior es de 29 grados”, anuncia el capitán nada más aterrizar en el aeropuerto internacional de la capital.
El avión se acerca a la terminal y, por primera vez desde que cubro este país, el pasaje sale por un finger. Una pasarela amarillenta con moqueta desde el primer momento y aire acondicionado en algunos tramos desemboca en la terminal. En el control de pasaportes soy el único con pasaporte no iraquí con lo que en apenas un minuto he superado el control. A diferencia de todos los aeropuertos del mundo, en la sala de llegadas hay un silencio sepulcral. Las fuertes medidas de seguridad hacen que el acceso al aeropuerto sea complicado y por eso no hay ni taxis. Dos bancos tienen sus ventanillas abiertas para el cambio de divisa (1 USD – 125.000 dinares) y dos compañías de teléfono ofrecen sus tarjetas de prepago a los recién llegados. Los que disponen de permiso de acceso entran con sus coches privados, el resto debemos usar un autobús que de manera gratuita hace el recorrido hasta el acceso principal al aeropuerto donde hay una estación de taxis y microbuses urbanos. Los controles de seguridad los realizan iraquíes contratados por la compañía G4S.
Salir de Damasco y volar a Irak te lleva a realizar muchas comparaciones. Aquí la minoría suní al frente del Baaz gobernó a la mayoría chií durante décadas, lo mismo que ocurre en Siria, pero a la inversa. Sadam Husein cayó y con él se desmoronó el estado, algo parecido a lo que puede ocurrir en suelo sirio si la guerra no se detiene cuanto antes. Y cuando el estado se desmorona los iraquíes saben muy bien lo que pasa en estos países con diferentes confesiones y nacionalidades, lo mismo que ya empiezan a sufrir sus vecinos sirios.
Viajo con el libro ‘Daños colaterales’ de Ignacio Rupérez, embajador en Bagdad entre 2005 y 2008. Lo leí justo tras su publicación, pero nada más llegar a Beirut Tomás Alcoverro, corresponsal de La Vanguardia y autor del epílogo, me lo recordó y se lo pedí para poder hacer una copia (lo siento por el Copyright) y meterlo en la mochila. El Embajador estuvo en dos etapas en el país y de su relato se desprende su impotencia, y la de todos sus colegas, porque la tragedia podía haberse evitado “simplemente de habernos leído los poderosos de este mundo, o al menos en nuestras capitales. Sospechábamos con fundamento, y así los escribimos en los años noventa, que un país entonces ya tan deteriorado, malamente podría detraer recursos para la fabricación o el mantenimiento y la operatividad de las armas de destrucción masiva, como dudábamos seriamente de la eficacia militar de unas Fuerzas Armadas exhibiendo cañones y tanques que eran pura chatarra, con soldados mal uniformados y de calzado variadísimo”. Los que tenían información de primera mano alertaron para que “no se interviniera violentamente”, pero no se hizo caso y se desencadenó una guerra cuyas heridas siguen abiertas. Realmente recomendable este libro en este décimo aniversario de la invasión que se cumple el 20 de marzo.
Desde la terminal se puede coger un taxi para ir al centro, pero para un extranjero es más recomendable que le venga a recoger algún conductor de confianza. En Karrada han abierto sus puertas decenas de pequeños hoteles a la sombra de los emblemáticos Palestina y Sheraton. Los precios se han disparado y cuesta encontrar habitación por menos de 75 euros la noche, también se puede ir al Coral y pagar 300, la oferta hotelera es amplia y cara. Después de muchos viajes en los apartamentos Al Andalus, esta vez me quedo en el hotel Shwan en pleno Abu Nuas y a orillas del Tigris. Empieza un nuevo viaje a la vieja Bagdad.