DAMASCO. El centro de Damasco está aparentemente tranquilo. Algunos edificios oficiales han comenzado a fortificarse y hay calles que adquieren un aspecto parecido al de Bagdad, pero de momento no es la norma. La población está dividida. El régimen tiene sus fieles, la oposición está cada vez más presente y una mayoría silenciosa quiere que todo pase rápido para recuperar su vida. Damasco asume que ha perdido el control en muchas zonas del país, “ya no hay seguridad”, aseguran los oficiales del régimen. Entre los sectores se pide más mano dura de la empleada hasta el momento y que la aviación y los tanques se empleen a fondo, pero el miedo a la respuesta internacional pesa demasiado. El ejemplo de Libia está muy reciente, la imposición de una zona de exclusión aérea o la creación de ‘zonas libres’ en las fronteras con Turquía y Jordania representan serias amenazas para un sistema muy tocado después de un año de revueltas. Tocado, pero no hundido gracias también a las divisiones en la oposición política y militar.
Los medios oficiales centran su información en la violencia de los opositores. Han preparado anuncios en los que se exalta la figura del presidente y se repiten las imágenes de los atentados suicidas que golpearon Damasco. Cada día aparecen historias de heridos cuyas fotografías han sido difundidas por medios de la oposición que niegan ante los micrófonos haber sido víctimas de las fuerzas de seguridad, gente que denuncia palizas, secuestros, extorsiones… pero por parte de los opositores calificados como “grupos terroristas”.
Algunas voces culpan a las autoridades de haber obligado a los opositores a tomar la vía de las armas para defenderse de los ataques sufridos durante los primeros meses. Ahora la situación está en un punto de no retorno.