TEHERÁN.  «¡Dadme dinero, guapos, que os sale por las orejas!” Una mendiga irrumpe entre el gentío que se agolpa en el mostrador de madera de la Casa de Cambio Batani, un templo de las finanzas con noventa años de historia en el corazón de la calle Ferdosi. Todos acuden a comprar dólares y vender sus riales, nadie pierde un segundo en escuchar a la anciana que abre la puerta y vuelve sobre sus pasos. La firma de Barack Obama de la ley de defensa, que incluye un aumento de las sanciones contra el Banco Central de Irán (BCI), una manera indirecta de reforzar el embargo ya que esta entidad es la encargada de recibir los pagos por la venta de crudo, ha provocado una caída en la moneda nacional que ni los más veteranos del lugar recordaban. “Vivimos algo parecido durante la guerra con Irak, pero sin llegar a estos niveles”, confiesa Abol Fazl Hamidipour, empleado de Batani. La locura general por la compra dólares –mucho más solicitados que los euros- se desató cuando empezaron los rumores sobre las sanciones al BCI y se disparó tras la ratificación de la ley. “La situación va a empeorar porque ahora lo que se rumorea es el embargo sobre el petróleo por parte de la Unión Europea y pasará como con el banco, el rumor es la antesala del desastre”, vaticina Hamidipour para quien “los bancos han dejado de ser operativos con el mundo exterior y ahora somos nosotros, el bazar, el que está realizando las grandes operaciones financieras”.

La ley del mercado negro marca los precios de la moneda en este país en el que, según analistas consultados, “la Guardia Revolucionaria juega un papel decisivo en esta economía paralela por su capacidad y experiencia moviendo mercancías por cauces alternativos”. La respuesta de las autoridades ante la decisión de Barack Obama fue la amenaza de cierre del estrecho de Ormuz y con ello lograron la subida inmediata del precio de barril, un alivio momentáneo para el cuarto mayor productor de crudo del mundo.

Paseando por esta calle en la que hasta el triunfo de la revolución islámica el monopolio del cambio y de la venta de antigüedades era propiedad de familias judías –hoy que alguna, pero no hablan con la prensa porque “tenemos órdenes”- la inusual presencia de compradores en los locales de cambio y la tribu de timadores y vendedores individuales que se han sumado al negocio en las últimas semanas delata que ocurre algo anormal. En los escaparates las pizarras marcan los precios de cambio oficial, pero esto es Irán y nada es lo que parece. No hay más que entrar para darse de bruces con el precio real de mercado que ya es un cuarenta por ciento mayor al marcado por las autoridades. “Ahora que es cuando más se necesita, han dejado de venir los inspectores”, denuncia un ciudadano de a pie que quiere cambiar sus ahorros a dólares, “es como si desde las alturas permitieran que esto pase para que todos estemos más preocupados de la economía que de cualquier otra cosa”.

Desde el escaparate de Batani siguieron en directo el asalto a la Embajada británica, ahora cerrada por alambradas y custodiada por una Policía Diplomática que el pasado 29 de noviembre no hizo acto de presencia. Fue la respuesta de los elementos más radicales del régimen al paso adelante del gobierno británico que, tras conocerse el último informe del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) en el que se recogían por primera vez “indicios” del carácter militar de la carrera atómica iraní, ordenó a todas las instituciones financieras en el Reino Unido detener sus negocios con contrapartes en Irán, incluyendo el BCI. “Por primera vez se percibe cierto nerviosismo entre las autoridades iraníes. Estas sanciones financieras les preocupan de verdad ya que con el bloqueo al BCI se quedan sin divisas y esto es clave para pagar las importaciones y mantener el enorme entramado público que soporta el régimen”, señala un diplomático europeo que, como el resto de colegas de la UE, es consciente de que la situación para ellos puede endurecerse sin finalmente Bruselas acuerda el embargo al petróleo iraní a finales de mes “aunque no creemos que se de otro caso como el de la Embajada británica, saben que se pasaron y no pensamos que lo repitan”.

Terceros países
La espectacular caída del rial en tan corto espacio de tiempo ha provocado serios inconvenientes al tejido industrial del país. Varios empresarios consultados, que pidieron mantener el anonimato, aseguran que “cada vez es más difícil lograr transferir dinero en ambos sentidos. Hay que usar siempre intermediarios y se va perdiendo dinero por el camino, si el rial sigue cayendo dejará de ser negocio trabajar en Irán”. Hasta ahora, Teherán había logrado burlar las anteriores cuatro rondas de castigos impuestos contra su programa nuclear “gracias a las diferencias de criterio entre Estados Unidos y la Unión Europea, pero ahora que ambos bloques parecen unidos será cada vez más complicado”, piensa uno de los empresarios con casi una década de experiencia en el país. El papel de vecinos como Turquía y Emiratos Árabes Unidos, auténticas puertas de entrada de la mayor parte de mercancías a la república islámica, también resultará decisivo para conocer el alcance final de este nuevo tipo de sanción que busca la desconexión total de Irán de los mercados internacionales para disuadir al régimen y lograr que detenga su programa nuclear.

Las autoridades no escuchan el clamor de la calle –donde al efecto de las sanciones se suma el fin de los subsidios a alimentos y combustibles– y se escudan en un discurso forjado en la leyenda de la guerra con Irak de los ochenta. “Llevamos sufriendo sanciones tres décadas y hemos salido adelante. Lo que pasa estos días es algo psicológico, pero pronto volverá la normalidad. La economía iraní es muy estable y presenta grandes progresos en los últimos años. Gracias a la gestión de Mahmoud Ahmadineyad hemos llegado a los 38 billones de dólares en exportaciones, cuando llegó al poder en 2005 la cifra era de apenas 6 billones”, declara el asesor presidencial y mano derecha del mandatario, Alí Akbar Javanfekr. Datos que no tranquilizan a unos ciudadanos que siguen haciendo cola para comprar dólares que les ayuden a despertar de la pesadilla que vive el rial.