El edificio diseñado por la firma irlandesa Heneghan Peng Architects parece una nace espacial salida de la última película de la Guerra de las Galaxias que ha decidido posarse en una colina de Bir Zeit, a las puertas de la universidad más prestigiosa de Cisjordania. Después de 20 años de trabajo y 24,5 millones de euros de inversión el Museo Nacional de Palestina es una realidad, aunque de momento solo cuenta con el edificio en Bir Zeit, junto a Ramala, tiene la intención de abrir delegaciones satélite en Gaza, Jordania, Líbano y Chile ya que el objetivo principal es unir la memoria de todos los palestinos desde la época del Imperio Otomano hasta nuestros días.
Los responsables del proyecto subrayan la importancia de trabajar para mantener unidos a los palestinos de Gaza y Cisjordania con los que viven en la diáspora, un esfuerzo interno y externo teniendo en cuenta que la presencia de Israel y las diferencias entre Fatah y Hamás, las facciones que gobiernan en Cisjordania y Gaza, han generado también una gran separación entre los dos territorios palestinos. Al comienzo, la idea era hacer un museo sobre la limpieza étnica y la ‘nakba’, lo que los palestinos consideran la catástrofe de la creación del estado judío que obligó a 900.000 personas a salir de sus casas, hoy son millones, pero finalmente “hemos decidido ir más allá y crear esta especie de caja para recoger la identidad profunda palestina y ofrecer la narrativa del conflicto desde nuestro punto de vista”, explica el doctor Mahmoud Hawari, director del museo y responsable del equipo de 50 personas que trabaja en el mismo. Nacido en una aldea palestina de Galilea, hoy Israel, hace 62 años, Hawari es arqueólogo y ha pasado media vida en el extranjero donde ha trabajado en lugares como el Museo Británico.
“Los palestinos no hemos perdido nuestra identidad, allí donde estemos siempre tenemos claro de dónde venimos, pero es necesario reforzar nuestra identidad nacional. Las ultimas décadas están marcadas por la propaganda sionista y ya es suficiente, somos la población indígena y no nos vamos a ir, esta es nuestra tierra”, asegura Hawari, quien insiste en que “los palestinos tenemos una historia que hay que dar a conocer, y también un presente vibrante pese a la ocupación. A partir de ahora, cuando lleguen visitantes extranjeros podrán conocer también nuestra historia”.
Unidad, unidad y unidad son las tres palabras que más repite este arqueólogo con marcado acento londinense y por eso en estas instalaciones no se ven banderas de ninguna facción, ni nombres de políticos, ni nada relacionado con la parafernalia habitual de los edificios gubernamentales. La obra ha sido financiada en un 90 por ciento por capital de hombres de negocios palestinos que viven en el extranjero y el otro diez por ciento corresponde a aportaciones llegadas de los países del Golfo y de Europa, un detalle que subrayan los responsables de la institución porque piensan que es garantía suficiente para mostrar su independencia.
Han sido necesarios 20 años de trabajo para acabar el museo porque “ha sido como un proceso de maduración interno. Somos una nación nueva, que surge como el resto de la región tras el final del imperio otomano. Después hemos sufridos las colonizaciones de los británicos y los sionistas, así que teníamos mucho trabajo por hacer”, explica Hawari, mientras pasea por el exterior de las instalaciones en las que se encuentra un jardín en el que han plantado todo tipo de plantas locales. El edificio es el primero en lograr el “certificado verde” en Cisjordania y cuando el director ve a una persona fumar en el exterior, a menos de siete metros de la puerta, le pide que apague su cigarro o se aleje, algo inédito en una sociedad donde no existe a ley anti-tabaco.
A la espera de que lleguen las primeras exhibiciones, de momento el equipo de expertos trabaja en la elaboración de un archivo audiovisual palestino que está en proceso de digitalización desde hace dos años y que ya cuenta con 11.000 fotografías, también está abierto el proceso de recolección y clasificación de objetos que los palestinos que tuvieron que huir de sus casas en 1948 se llevaron con ellos y conservan hasta el momento. La importancia de los museo satélite también ha quedado clara a la hora de elegir Beirut como sede de la primera exposición itinerante, dedicada a ‘La Historia Política del Bordado Palestino’.
El edificio está listo, pero ahora falta llenarlo. A la fiesta de inauguración, celebrada con motivo del Día Mundial de los Museos, acudieron 3.000 personas y algunos expertos adelantan que el Museo Nacional de Palestina estará entre los diez mejores edificios inaugurados en 2016… un sueño hecho realidad que se enfrenta a la realidad de la ocupación y de la guerra interna entre los actuales líderes políticos palestinos, incapaces de llegar a un acuerdo de unidad que refuerce su postura ante Israel.