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La solicitud palestina para convertirse en estado de pleno derecho de la ONU está en el Consejo de Seguridad y desde el otro lado del muro los israelíes siguen el tema muy de cerca. El apoyo firme de Estados Unidos y la postura unificada de los principales partidos políticos del país son los pilares de la respuesta de Israel al órdago lanzado por Mahmud Abás. La opinión pública se debate entre considerar este último capítulo del conflicto como un acto de propaganda de un Abás a punto de la jubilación, o ir más allá y calificar lo ocurrido como la ruptura unilateral de los acuerdos de Oslo, lo que daría vía libre a las autoridades israelíes para adoptar medidas punitivas.
Después de varios años de estancamiento, Abás ha logrado remover los cimientos de un conflicto en vías de convertirse en una situación irreversible debido a la política de hechos consumados aplicada por Israel y a las diferencias entre las fuerzas políticas palestinas. El mandatario tiene previsto llegar a primera hora de la tarde a Ramala donde una multitud le dará la bienvenida tras su discurso en Nueva York. La emoción en las calles de Cisjordania es equiparable a la indiferencia impuesta por las autoridades de Hamás en una franja de Gaza oficialmente ajena y contraria a la propuesta de estado formulada por el presidente palestino en la ONU.
La desunión entre palestinos, la ausencia de una voz unificada es otro de los argumentos que esgrimen desde Israel para rebajar las expectativas y tratar de que el proceso retorne a esa mesa de diálogo en la que, según Abás, “en los últimos años hemos llamado a todas las puertas y recorrido todos los caminos» sin ningún éxito. Israel quiere hablar, pero no acepta condiciones previas. Palestina quiere hablar, pero sólo sobre la base de las fronteras del 67 lo que supondría el desmantelamiento de los asentamientos de Cisjordania en los que viven más de 300.000 colonos y la devolución de Jerusalén Este para que se convierta en capital de Palestina.