GAZA.  “Del hospital Al Wafa no han dejado una piedra mayor que esta”, asegura Manu Pineda haciendo un círculo con el índice y el pulgar. Entre calada y calada este malagueño de 48 años desgrana su experiencia como escudo humano durante la ofensiva de Israel. Lleva tres semanas en primera línea de fuego, primero en el Al Wafa de Shejaiya, el barrio reducido a escombros por los bombardeos, y ahora en las ambulancias del ministerio de salud, vehículos que Israel ha atacado en al menos quince ocasiones y ha matado a siete miembros de los equipos sanitarios. “No decimos en el vehículo que nos montamos para que siempre tenga la duda de que pueden matar a un extranjero, pero llegados a este punto de matanza no creo que les importe mucho, no tengo claro que podamos proteger demasiado”, reflexiona Manu desde su cuartel general en la Ciudad de Gaza, un piso cerca del puerto que sirve de base para los nueve activistas internacionales que actúan como escudos humanos y proceden de Estados Unidos, Suecia, Venezuela, Australia, Francia, Reino Unido y España.

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Manu es miembro de la asociación Unadikum (palabra en árabe que significa ‘os llamo’), nacida a finales del año 2010 gracias a la iniciativa de varios activistas de ‘Rumbo a Gaza’, la campaña de apoyo al pueblo palestino que posibilitó la presencia del ‘Gernika’, el barco español de la segunda ‘Flotilla de la Libertad’. Ese fue el punto de inflexión en su militancia a favor de la causa palestina que había nacido en 1987 con la primera intifada. En septiembre de 2011, gracias a la ayuda de amigos, decidió cambiar de vida y se trasladó a vivir a Gaza, donde pasa una media de ocho meses al año donde “nuestro trabajo diario consiste en la protección de campesinos que tienen sus tierras cerca de la frontera israelí”, apunta.

Manu vive gracias “al sueldo de mi mujer y a lo que saca la asociación en algunos conciertos que organiza”, no recibe subvenciones “porque queremos ser libres, no tener que rendir cuentas o tener que obedecer a los donantes, aunque ser libre me obligue a vivir a base de falafel (una especie de croqueta de garbanzo muy popular en Oriente Medio)”. El consulado español en Jerusalén está en contacto con él para recordarle cada vez que hay un recrudecimiento de la situación que el ministerio de Exteriores recomienda a los ciudadanos españoles salir de Gaza.

Relación con Hamás

“Soy comunista y ateo, esa fue mi tarjeta de presentación ante Mahmoud Zahar”, recuerda el activista malagueño al referirse a su primera entrevista con el fundador de Hamás a quien respondió de esta forma cuando le comenzó a hablar de los movimientos musulmanes en Europa. Militante del Partido Comunista de España (PCE), Manu rebate el estereotipo de que trabajar en Gaza supone ser partidario del grupo islamista u opositor a las autoridades de Ramala. “No entramos en la política doméstica, pero con mi perfil está claro que no soy islamista. Hamás no me ha pedido que sea escudo humano y como asociación estamos a favor de la unidad nacional, aunque realmente creo que antes se arreglará el tema de la ocupación que el de la reunificación de Hamás y Fatah”. Seguidor de los libros de Marx, Engels y Lenin, su discurso no se centra tanto en Israel como “contra nuestros gobiernos, que son los que hacen posible que pasen estas barbaridades”.

Después de una mañana pegado al teléfono para conocer las noticias de los últimos bombardeos, por la tarde le toca de nuevo turno en la ambulancia. Israel ha intensificado su ofensiva y el número de víctimas ya supera el millar, la mayor parte civiles a los que Manu trata de proteger jugándose su propia vida.

*Crónica publicada en los diarios de Vocento el 30-07-2014