“No se puede pasar”, dice el oficial del Ejército de Irak en el último puesto de control conjunto kurdo-iraquí en la carretera Mosul, a 20 kilómetros de la capital del califato. Aunque las autoridades hablan de la “extraordinaria cooperación” entre ambas fuerzas desde el inicio de la ofensiva para recuperar Mosul de manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI) los roces son diarios y los permisos que expiden unos, no les sirven a los otros. Es la frontera de la nueva región autónoma kurda, el límite al que pueden llegar los peshmergas en esta ofensiva y, a partir de esta línea, las operaciones son exclusivamente de las fuerzas iraquíes. Cada día se producen cierres unilaterales del paso por el enfado de una u otra de las partes y hay que esperar horas a que se reconcilien. “Si esto pasa en un puesto de control, ¿imaginas lo que va a ocurrir cuando liberen Mosul?”, pregunta un anciano cristiano que después de dos años desplazado en Erbil intenta acceder a Bartalla para ver cómo está su casa. Los cristianos de Irak nunca se presentan como árabes o kurdos, ellos son cristianos a secas.

Tras una intensa negociación vuelven las paces y los iraquíes abren de nuevo el paso. Solo se puede conducir por uno de los carriles porque el otro está repleto de socavones dejados por las minas y el aspecto a derecha e izquierda es de desolación total. Bartella es una especie de zona cero donde los años de califato y estas jornadas de ofensiva han traído destrucción total. Parece increíble que aquí vivieran 30.000 personas antes de la irrupción del EI. Todos los accesos están reventados, así que hay que entrar por un camino de tierra habilitado por los militares. Un Humvee con una gran bandera del Imam Husein pasa a toda velocidad y levanta una nube de polvo. Firaz va a al volante. Tiene 24 años, es de Bagdad y lleva desde los 17 en la vida militar, primero como miliciano del Ejército del Mahdi (milicia chií de Muqtada Al Sadr) y ahora como soldado profesional del Ejército de Irak. Nos pide que le sigamos porque nos quiere mostrar una de las iglesias, esta era una localidad mixta con fuerte presencia cristiana.

Los soldados han puesto una cruz de madera en lo más alto. El templo está destrozado y hay pintadas en cada puerta para prevenir el acceso debido a la existencia de minas. “Esto no es por culpa de los combates, fueron los hombres de Daesh (acrónimo en árabe del EI) quienes saquearon y minaron las iglesias”, explica Firaz, quien cree que “esto es una guerra hasta la muerte, hasta el final. Vamos a llegar pronto a Mosul, pero algo harán de nuevo los suníes como antes hicieron Al Qaeda y luego el EI… por eso nuestra vida es una vida de lucha hasta el final”, explica este joven al que ya han herido tres veces en combate y define al enemigo como “más peligroso que el de una guerra convencional porque no sabes por dónde te va a salir”.

La única vida en las calles es la presencia de soldados de Irak. Firaz aconseja no dar un paso más allá de la carretera asfaltada porque aun no han empezado con el desminado. Unas calles donde permanecen las señales colocadas por el EI para renombrar la avenida central como “Calle del hermano muyahidín Abu Ayub”, o la escuela secundaria como la “Escuela Secundaria del hermano muyahidín Abu Mohamed”. Son carteles escritos con letras blancas sobre fondo negro, los mismos colores de la bandera del EI, que preside el muro principal del instituto. Una bandera que reza “no hay más dios que Alá y Mahoma es su Profeta” y que ha sido tachada por los militares iraquíes que han escrito “Ali es el sucesor de Dios”.

Ejército como milicia

Este mismo eslogan se repite en cada bandera del EI y también a las puertas de las casas que la Golden Division de Irak ha reconvertido en sus cuarteles de forma temporal en este avance a Mosul y donde se pueden leer eslóganes como “el estado de Hussein viene a quedarse para siempre”. Esta es la división que ha tomado parte en las liberaciones de Faluya o Ramadi y la dirige el general kurdo Fadhil Jalil al-Barwari, pero sus banderas y eslóganes sobre Ali, primo y yerno de Mahoma, y sobre todo Husein, nieto del Profeta y tercero de sus doce imanes, son los mismos que los de las Unidades de Movilización Popular (milicias chiíes que operan en el frente oeste de Mosul).

El martirio de Husein hace más de 1.300 años en Karbala –toda su familia murió junto a él, menos las mujeres y niños, y fue decapitado- agrandó el cisma en el mundo musulmán abierto tras la muerte de Mahoma y supuso la separación definitiva entre chiíes,  seguidores de la familia del Profeta, y suníes, que optaron por los califas. Un cisma que ha llegado a nuestros días y que la mayoría chií que forma la columna vertebral de las fuerzas armadas del país abandera en esta operación para liberar Mosul, uno de los bastiones suníes de Irak.