QASR EL YEHUD. Una valla de la Policía de Israel cierra el camino de los fieles al Jordán. Confusión. Comentarios en voz baja, codazos, sonrisas, expectación. “¡Yo no me meto ni loca y no es por el frío, el agua está asquerosa, parece muy contaminada!”, exclama una peregrina argentina desde lo alto de la barandilla en Qasr el Yehud (castillo de los judíos), uno de los lugares a los que cristianos de todo el mundo acuden para purificarse con el agua del río en el que Juan, el Bautista, no sólo bautizó a Jesús, sino que le señaló como el Mesías. No todos los guías alertan de una contaminación que provoca que “la calidad e integridad del agua esté lejos de los estándares necesarios para un baño sano, muy alejada de lo que se exige en Israel, Estados Unidos o Europa”, afirma Gidon Bromberg, director de la organización EcoPeace, que pide “detener los bautizos y el llenado de botellas de recuerdo hasta que mejore la calidad del agua”.

La ONG dedicada a la protección del medio ambiente alerta de esta situación desde hace años y el diario The Guardian reveló hace una semana que la bacteria fecal en las aguas “ha crecido hasta niveles seis veces por encima de lo recomendable”. Situado al sureste de Jericó, Qasr el Yehud es el tercer lugar más sagrado de Tierra Santa para los cristianos –después del Santo Sepulcro y la Natividad-, está gestionado por el ministerio de Turismo de Israel, que lo ha incluido dentro de su red de parques naturales y defiende la salubridad del baño.  “En este lugar del Jordán medimos la calidad del agua cada dos semanas y, según las directrices del ministerio de Salud, es suficiente para permitir el bautismo”, afirma Yaniv Cohen, responsable de la relación con los medios de Parques Naturales. Cohen eleva a 600.000 el número de visitantes que recibe cada año Qaser el Yehud.

Fuentes a las que ha tenido acceso este medio confirman el análisis del agua cada dos semanas en el lugar santo, pero también han recogido pruebas de que el nivel de la bacteria Escherichia Coli supera los 1000 cfu/100 ml. Se trata de un indicador específico de contaminación fecal humana o animal en el agua y expertos consultados como Julen Rekondo, químico y periodista ambiental, aseguran que se trata de “una cifra altísima” que puede provocar “problemas de salud” y que está por encima de los niveles admisibles “para las actividades de baño o las recomendables para el uso recreativo asociado indirectamente al agua”.

Más al norte, en un lugar llamado Yardenit, también se realizan bautizos, pero en este lugar la calidad del agua no supone ningún problema, según EcoPeace, “ya que está mucho más cerca del Mar de Galilea que Qasr el Yehud y recibe un agua apta para el baño”, asegura Bromberg. El Jordán es un río sagrado para cristianos, pero también para los judíos ya que, según Biblia,  las tribus de Israel cruzaron este río para entrar en la Tierra Prometida con Josué después de vagar por el desierto durante años, pero tanto en Yardenit como en Qasr El Yehud se ven sobre todo cristianos. Llegan autobuses y más autobuses. Los que se bautizan pasan primero por las tiendas de recuerdos abiertas junto al río en las que se hacen con una túnica blanca especial para la ocasión (8 euros al cambio), un pergamino que acredita su paso por el lugar bautismal y, pequeños botes, desde los 3,5 euros a 12, según el tipo de recipiente elegido, algunos en forma de cruz, con agua del Jordán que muchos llevan a familiares y amigos para bautizos. En cada bote un sello advierte que es “para uso exclusivo religioso”. Al finalizar el baño tienen duchas para poder cambiarse.

A diferencia de la peregrina de Argentina y su grupo, que optan por quedarse en lo alto del mirador que da al río ante los riesgos que conllevan las aguas contaminadas, un autobús de fieles llegados de Ucrania descienden al Jordán sin pensárselo dos veces en busca de purificación. Uno a uno bajan cada escalón con la oración en los labios. Visten túnicas de color blanco y el primero de ellos lleva en la mano un cazo metálico. La escalera termina en el agua marrón. La valla puesta por la  Policía impide el  baño en el río, no se puede ir más allá del final de la escalinata y allí mismo, con el agua cubriéndoles poco más que los tobillos, los fieles de Europa oriental cogen agua con el cazo y se la arrojan por la cabeza. Una, dos, tres veces… las que cada uno estima oportuno. Después se santiguan y piden a los compañeros que les hagan una fotografía con la túnica blanca empapada tras su segundo bautizo.

La presencia de las vallas policiales refuerza la opinión sobre el mal estado del agua, aunque los responsables ofrecen otra explicación. “Las fuertes lluvias de los últimos días han elevado el nivel del caudal y por eso nos hemos visto obligados a cerrar el paso de los peregrinos”, asegura el portavoz de los Parques Naturales, Cohen, que prefiere dar el tema por zanjado. Es el mismo motivo que comenta un guía local a una pareja llegada de Estados Unidos que sigue con atención el espectáculo de los ucranianos. A su lado, un grupo de alemanes ora con los ojos cerrados en dirección al río y a la iglesia que está en la orilla jordana y que casi se puede tocar con la mano. Los fieles acuden a las dos orillas a cumplir con el rito del bautismo y militares de ambos Ejércitos se encargan de vigilar esta frontera fluvial en la que la contaminación no sabe de santidades.

También la orilla jordana ofrece un lugar para el bautismo. Se llama Al Maghtas (que en árabe significa ‘bautismo’), está nueve kilómetros al norte del Mar Muerto y en 2015 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Con permiso de la orilla israelí, este parece ser el sitio más probable del bautismo de Jesús y por eso ha sido el que han visitado los tres últimos papas: Juan Pablo II, en 2000, Benedicto XVI, en 2009, y Francisco, en 2014. Ni el sello de UNESCO, ni las visitas papales, sin embargo, le libran de la contaminación.