GAZA. Fiesta en la Asociación de Ayuda y Esperanza para el Cuidado de Pacientes y Sobrevivientes del Cáncer de Gaza. Decenas de mujeres cantan y aplauden en el salón principal en el que han formado un corro con sillas y han dejado en el centro, como gran estrella, a Ziham Tatary. De pie y con un ramo de flores entre las manos, agradece las muestras de cariño. Se emociona y rompe a llorar cuando Imán Shanán, la directora, le coloca una diadema rosa que le distingue como una “vencedora”. Así llaman en esta pequeña organización a las mujeres que regresan a la Franja tras haber recibido tratamiento fuera de Gaza, algo cada vez más complicado debido a las dificultades para lograr los permisos que necesitan los enfermos para cruzar el paso de Erez, el único camino de salida hacia los hospitales en Jerusalén Este, Cisjordania o Israel, donde ofrecen todos los tratamientos necesarios en Oncología, muchos de ellos imposibles de encontrar en Gaza.

“Aunque no estoy bien, es un momento de felicidad porque soy motivo de esperanza para los demás. Logré el permiso después de cuatro intentos fallidos y debido a la tardanza el tumor ha empeorado y tengo metástasis en los ganglios linfáticos. He pasado 21 días en el Hospital Augusta Victoria de Jerusalén y los médicos me han dado una nueva cita para dentro de tres meses… pero no será sencillo volver”, lamenta Tatary con lágrimas en los ojos. Mitad emocionada, mitad impotente ante el muro que suponen los permisos. “Tardar en el tratamiento significa enfrentarse a más complicaciones. Entre que no hay medios en Gaza y que tampoco nos dejan salir… nos condenan a una muerte lenta”, denuncia esta enferma de 43 años con una energía, una mirada y un tono de voz que levantan a todas las presentes de sus sillas.

Shanán, directora de la asociación, no aparta la mirada de Tatary. Ella sobrevivió a un cáncer de mama en 1999. Este es el cáncer más común entre mujeres de Gaza, el de colon entre los hombres. “Los enfermos con cáncer en Gaza nos merecemos vivir y por eso pedimos a la comunidad internacional que presione a Israel para que abra la frontera en estos casos, estamos condenados a una sentencia de muerte premeditada”, suplica Shanán. Las protestas que organizan cada semana y sus apariciones en la prensa para criticar la situación le han costado a ella misma el veto de Israel, por lo que ella tampoco puede salir de la Franja.

Bloqueo israelí

Israel desmanteló sus asentamientos en Gaza en 2005. Colonos y militares se retiraron, pero los israelíes mantienen el control de la Franja a través del bloqueo impuesto tras la llegada al poder del partido islamista Hamás un año más tarde. Desde entonces, los gazatíes solo pueden salir a través de Erez o Rafah, puesto fronterizo con Egipto. Las últimas tres guerras, las diferencias políticas entre Hamás y Fatah, facción palestina que controla Cisjordania, y el golpe militar del general egipcio Abdel Fatah Al Sisi han endurecido las condiciones de vida para los dos millones de habitantes de la Franja, cada vez más aislados del mundo. Según los datos de la Organización Mundial para la Salud (OMS) entre enero y octubre de 2016 hubo 20.000 peticiones de enfermos para salir vía Egipto, pero solo 1.023 lograron salir en los 25 días que Rafah estuvo abierto. En el caso de Erez, las cifras de la OMS muestran que en 2012 el 92,5 por ciento de los enfermos lograron permiso para tratarse fuera de Gaza, la cifra bajó al 77,5 por ciento en 2015 y al 44 por ciento en 2016.

Los gazatíes aspiran a tratarse en centros palestinos de Cisjordania o en centros concertados de Jerusalén Este, parte árabe de la Ciudad Santa que reclaman como capital en su futuro Estado, porque están mejor equipados y los tratamientos están cubiertos por el Ministerio de Salud. La opción egipcia es más cara, unos 2.000 euros de media por paciente al mes, peligrosa, debido a la inestabilidad en el Sinaí, e imposible de planificar, debido a la apertura arbitraria del paso de Rafah.

“El descenso de permisos es proporcional al incremento de las medidas de seguridad impuestas por Israel sobre cada individuo y los enfermos se enfrentan a unos criterios extraordinariamente restringidos que violan sus derechos básicos y amenazan su salud y vida”, según la organización israelí Médicos por los Derechos Humanos (PHRI, por sus siglas en inglés), que trata de ayudar con los trámites a los gazatíes, de recurrir los permisos revocados y que califica la estrategia de su Gobierno de “castigo colectivo”. En las consultas realizadas por los medios de comunicación a la oficina de Coordinación de los Territorios del Ejército israelí, responsable de expedir los permisos, este organismo acusa de forma sistemática a las autoridades de la Franja de los problemas que tienen los enfermos ya que «desafortunadamente, la organización terrorista Hamás actúa para abusar de los canales de asistencia para sus necesidades de terror, incluido de los pacientes con permisos de salud, lo que continúa dañando a la población en Gaza».

Sin radiotarapia

La fiesta acaba en la Asociación de Ayuda y Esperanza y la pelea diaria contra el cáncer sigue para Tatary, que debe ir al Hospital Rantisi para someterse a una revisión y empezar los trámites para obtener el nuevo permiso de salida. La parte baja de este centro médico se ha convertido de forma temporal en el centro oncológico de referencia de Gaza hasta que terminen las obras en el hospital Al Shifa, el más importante de la Franja. Cualquier derivación a un centro externo pasa por el despacho del doctor Jaled Tahet, jefe del Departamento de Oncología, que lleva veinte años dedicado a la lucha contra el cáncer. Frente a su despacho hay una cola respetable de pacientes. “Todos los compañeros del departamento estamos deprimidos porque sabemos el tratamiento que mejor le va a cada enfermo, sabemos que en muchos casos está a menos de una hora en ambulancia, pero no podemos hacer nada por culpa del bloqueo”, lamenta este profesional mientras firma una nueva petición de salida para una de sus pacientes.

En el Departamento de Oncología de la Franja cifran en un 800 el número de peticiones que estudia Israel en estos momentos. En Gaza sólo hay quimioterapia suficiente para el 60 por ciento de los casos, no tienen medios para realizar operaciones complejas como las de neurocirugía y en toda la Franja no hay radioterapia, un tratamiento necesario en el 60 por ciento de los tumores, según los expertos locales. “Sufrimos por el bloqueo, que nos impide traer equipos de radioterapia, pero también de la guerra política interna entre Hamás y Fatah, que complica todos los trámites. Hace tiempo que debíamos tener en Gaza los mismos medios de los que disfrutan en Cisjordania, pero todo está parado desde 2006”, señala el doctor Tahet, al que Israel también ha prohibido desde hace un año la salida “por motivos de seguridad”, por lo que ya no puede asistir a las reuniones mensuales que tenía en el Ministerio de Salud de Ramala para elaborar listas de medicamentos y tratar de lograr mejores equipos para la Franja. En su opinión “el plan último de Israel es la separación total entre Gaza y Cisjordania. Frenar la salida de enfermos es una fase más antes de establecer un veto general que nos impida la salida a todos”.

Omar y Mohamed reciben sus primeras sesiones de quimioterapia en la consulta externa del Rantisi. Estos veinteañeros, uno con leucemia y el otro con cáncer de testículos, acaban de conocerse y comparten impresiones sobre los primeros efectos de la medicación. Los médicos ya les han dicho que comiencen a hacer los papeles para intentar salir, “pero para los jóvenes es casi imposible, no importa que tengas cáncer o no, pocos jóvenes pueden salir de Gaza. Esperar, solo podemos esperar que todo vaya bien”, reflexiona Mohamed en voz baja con un ojo en el gotero y otro en la vía que tiene el brazo. Apenas hablan entre ellos, pero no les hace falta. La enfermedad les ha unido y el bloqueo les separa de cualquier posibilidad de curación en el exterior. Lucharán por la vida con los medios que tienen en Gaza.