Después de ocho días de negociaciones en Lausana el ministro de Exteriores de Irán, Javad Zarif, y la responsable de política exterior de la UE, Federica Mogherini, anunciaron un “paso decisivo” en la negociación nuclear realizado con “buena voluntad”. Hicieron falta 48 horas extra de encuentros y reuniones al más alto nivel entre los representantes de la república islámica y del 5+1, grupo formado por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania, para sellar un acuerdo marco, cuyos detalles técnicos y legales se negociarán en los próximos tres meses. Básicamente los iraníes limitarán el enriquecimiento de uranio y a cambio les levantarán las sanciones que ahogaban su economía, un esquema similar al empleado con éxito den los últimos meses. Se abren ahora 90 días decisivos tras los que debería llegar la foto más esperada, la que ponga final a 15 meses de conversaciones sobre el programa nuclear de Irán y abra una nueva era en la relación con el gigante chií, enfrentado a Occidente desde el triunfo de la revolución islámica en 1979. Los iraníes exigían un trato de igual a igual y, según Zarif, este es un acuerdo firmado entre “ganador y ganador”, un acuerdo que derriba un muro diplomático de más de tres décadas y les reabre las puertas de Occidente.

La letra pequeña recoge que la república islámica no enriquecerá uranio por encima del 3,67 por ciento durante al menos 15 años, reducirá el uranio enriquecido a niveles bajos de 10.000 kilogramos a 300 kilogramos a un máximo del 3,67 por ciento en los próximos 15 años, o que reducirá a 6.104 las centrifugadoras de enriquecimiento de uranio, un tercio de las aproximadamente 19.000 actualmente instaladas. La letra más grande dice al mundo que Irán no dejará de enriquecer uranio y que su persistencia en la defensa del carácter civil de su programa atómico ha logrado que el 5+1 tenga que aceptar que la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) ha sido incapaz de demostrar que persiguen la fabricación de la bomba. La falta de confianza entre las partes no se ha evaporado de la noche a la mañana, pero este pacto pone final a las “especulaciones”, según Zarif, y abre una etapa basada en “las evidencias”. El responsable de Exteriores es la mano derecha del presidente Hasan Rohani y una de las claves del desbloqueo de un proceso estéril durante los mandatos de Mahmoud Ahmadineyad. Consciente del efecto que este giro puede tener en los sectores más duros del régimen islámco Zarif dejó claro que “las relaciones entre EEUU e Irán no tienen nada que ver” con el pacto, e insistió en que “tenemos grandes diferencias”. La puesta en escena final con Mogherini y no con Kerry, fue todo un mensaje para esa parte de Irán que sigue viendo al ‘Gran Satán’ debajo de la bandera de barras y estrellas.

El levantamiento de las sanciones ha sido uno de los temas que se han discutido hasta el final. Los castigos impuestos desde 2005, que ahora se irán levantando de forma gradual, no han sido capaces de frenar la carrera iraní y sus científicos lograron en 2009 completar el ciclo de la fabricación de combustible gracias a la capacidad de producir polvo de óxido de uranio concentrado, conocido como ‘yellow cake’ (torta amarilla), un paso que les llevó a ingresar en el selecto ‘club atómico’. Lo que sí han conseguido es ahogar a los ayatolás hasta obligarles a sentarse en la mesa negociadora.

Esta nueva situación abierta tras la cumbre de Lausana despierta gran inquietud en Arabia Saudí, la gran potencia suní, y, sobre todo, en Israel, los dos socios tradicionales de la agenda occidental en la región. Por eso la primera llamada del presidente estadounidense, Barack Obama, tras la firma fue al primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, y por ello anunció una cumbre con el Consejo de Cooperación del Golfo, organismo que lidera Arabia Saudí, para intentar responder a todas sus cuestiones.

 

*Crónica publicada en los diarios de Vocento el 3 de abril de 2015