¿Es justo el precio de 1.027 presos palestinos a cambio de un soldado israelí? No hay otra opción, la aplicación del principio de recuperar a los cautivos (Pidión Shvuim) es la base sobre la que las autoridades judías se han apoyado en las últimas décadas para firmar acuerdos de intercambio de prisiones con sus enemigos.

El Talmud dice que «la cautividad es peor que la inanición y la muerte», pero no se trata de una verdad absoluta, ya que deja la puerta abierta al debate porque «no se rescata a cautivos por más de su valor debido», y es esta lectura la que provoca críticas dentro de la sociedad israelí a los acuerdos que sellan sus dirigentes.

La captura, el secuestro o la conservación de los restos de miembros de las fuerzas de seguridad israelíes se han convertido en un arma poderosa en manos de grupos como Hezbolá o Hamás, que han logrado a cambio la liberación de miles de presos. El caso de Gilad Shalit es el último y supondrá la excarcelación de 1.027 palestinos, entre ellos todas las mujeres presas y, a la espera de conocer los nombres de los amnistiados, ha reabierto el debate sobre el alto precio pagado.

Las autoridades argumentan que se trata de una obligación moral y ofrecen la vuelta a casa de Shalit como una oportunidad para cerrar un capítulo abierto hace cinco años que les impedía avanzar. La negociación se desarrolló en El Cairo y el presidente israelí, Simon Peres, alabó tanto la ayuda egipcia como la colaboración turca o francesa, todo un gesto para una política exterior israelí en estado de progresivo aislamiento.

Todos en Israel asumen que una de las bases de la Torá es que «un judío no abandona a su prójimo», pero las voces críticas alertan de que este tipo de canjes solo sirven para hacer ganar popularidad al enemigo y alentar a cometer nuevos secuestros de israelíes en el futuro.

El último antecedente de este tipo de operaciones se produjo en 2008, cuando Hezbolá cambió los restos de los soldados Ehud Goldwasser y Eldad Regev, cuya captura en verano de 2006 fue la chispa que hizo estallar una guerra que costó la vida a más de mil libaneses, por unos doscientos presos. Entre los insultados se encontraba una figura importante como Samir Kuntar, dirigente del Frente para la Liberación de Palestina. A diferencia del ‘caso Shalit’, hasta el mismo momento del intercambio nadie sabía si Goldwasser y Regev estaban con vida, factor que no afectó a las negociaciones.

En estos cinco años Hamás solo ha dado pruebas de que Shalit está con vida a cambio de la liberación de pequeños grupos de presos. El colectivo islamista ha sabido jugar sus cartas hasta el final de una partida que terminará el próximo lunes o martes, cuando Gilad vuelva a casa con sus padres.