EL CAIRO. La vida en El Cairo y en otras nueve provincias de Egipto se detiene desde el 15 de agosto a las siete de la tarde (ahora a las nueve, excepto los viernes) y se reanuda a las seis de la mañana. Con la caída del sol entra en vigor el toque de queda impuesto por los militares para hacer frente a la inestabilidad en las calles provocada por el desalojo de las acampadas islamistas. Una situación que se decretó para un periodo provisional de un mes, pero que menos de una semana después causa estragos en la economía. “Vivimos un momento crítico. Estamos sufriendo desde la revolución de 2011, pero ha llegado el día en el que no podemos pagar el alquiler, la electricidad y los gastos de personal. Si no se arregla la solución en menos de tres meses tendré que cerrar”, lamenta Mohamed El Telt, dueño de una peletería en la calle Talaat Harb, una de las arterias comerciales principales de la capital. Mohamed hace cuentas en su ordenador portátil y asegura que en los dos últimos años el volumen de ventas “ha caído un 85 por ciento de media, aunque desde el miércoles estamos hablando de un cien por cien porque no hay clientes”.

Talaat Harb es, en condiciones normales, un hormiguero gigante de compradores, pero ahora los dueños de las tiendas esperan en las puertas de brazos cruzados, un termómetro tan válido para medir la salud económica del país como la Bolsa, que reabrió sus puertas el domingo, primer día laboral de la semana egipcia, y registró enormes pérdidas. Ashraf Salaa pasa las horas mirando el reloj a la espera de que den las cinco de la tarde, antes nunca cerraba antes de la once de la noche. “Además del toque de queda, lo que ocurre es que la gente tiene miedo de salir a la calle y más de venir hasta el centro, solo salen para lo imprescindible”, apunta Ashraf, que regenta un negocio de venta de ropa infantil en el que trabajan diez personas, “pero que podría funcionar ahora con una sola dependiente”, señala.

“Las tiendas de ropa y complementos se llevan la peor parte porque la gente puede prescindir de eso, pero no de la comida”, opina Abás Mohamed, dueño del restaurante ‘Ala Kifak’ (A tu gusto) en el centro cairota, un lugar muy popular donde solo se sirve ‘falafel’ (una especie de croqueta de garbanzos). Acostumbrado a abrir a las 5 de la mañana, ahora ha tenido que retrasar la apertura a las seis y media para respetar un toque de queda que “me parece imprescindible y creo que debía haber empezado antes. Estamos en guerra contra un grupo terrorista y hay arrimar el hombro y apoyar al Ejército en todo lo que necesite”, reflexiona Abás mientras sigue modelando bolitas de ‘falafel’ y metiéndolas en aceite hirviendo.  Los clientes ocupan las mesitas individuales de este establecimiento de los años cincuenta que parece parado en el tiempo.