KIRKUK. Cinco impactos de bala. Mohamed Samaan habla desde en el cuartel general del Frente Turcomano de Irak con cinco impactos de bala en una de sus paredes. “Ocurrió unos días antes del referendo, un grupo de jóvenes kurdos pasó por delante de nuestra sede, abrió fuego y se fueron sin que nadie les respondiera, sin que hubiera detenidos”, lamenta Samaan, que se levanta de su silla y muestra otros puntos de la sede en los que también se pueden observar impactos. La milicia de esta minoría étnica es la encargada de la protección en el interior del complejo, pero se sienten “indefensos ante la falta de autoridad de Gobierno de Bagdad. Aquí mandan los kurdos y, sinceramente, confiamos más en una posible respuesta de Turquía, que en una acción de fuerza de Irak”, apunta este responsable político que, como el resto de cargos del partido, va a armado.

Pese a la falta de apoyo internacional y a la oposición frontal de Bagdad, los kurdos realizaron hace una semana su consulta de independencia y el voto a favor de la separación de Irak obtuvo un apoyo del 92 por ciento, según los datos oficiales de una consulta en la que participó el 72 por ciento de la población. Además de votar en las cuatro provincias de la Región Autónoma Kurda (KRG), se abrieron también urnas en las zonas en disputa con el Gobierno de Irak como Kirkuk, una de las líneas roja que llevaron a Bagdad a adoptar medidas de castigo como el embargo aéreo que entró en vigor el viernes y que afecta a los vuelos internacionales. Según los datos de la Comisión Electoral, el 82 por ciento de los votantes de Kirkuk respaldó la independencia de Irak.

Árabes y turcomanos -que boicotearon la consulta– y kurdos se disputan Kirkuk desde que a finales de los años veinte se descubriera petróleo en su subsuelo y se estima que sus pozos cuentas con el 10 por ciento de las reservas de Irak. No se ha realizado un censo desde hace sesenta años y, aunque el artículo 140 de la Constitución de Irak aprobada tras la caída de Sadam contempla uno nuevo, las tres partes nunca han llegado a un acuerdo pese a los esfuerzos de Naciones Unidas. El tipo de población ha ido variando según quién ostenta el poder. Durante dictadura de Sadam se impulsó la arabización y se expulsó a miles de familias kurdas, pero desde 2003 la situación se invirtió y el poder de los kurdos ha ido aumentado de forma progresiva. Se estima que más de 80.000 familias kurdas han regresado en los últimos años. Este proceso recibió su espaldarazo definitivo “en 2014 cuando el Estado Islámico (EI) llegó a las puertas de Kirkuk, el Ejército de Irak huyó y fueron los peshmerga kurdos quienes acudieron al rescate, desde entonces ellos tienen la fuerza y monopolizan la venta de petróleo. No vinieron a proteger, sino a ocupar militarmente esta tierra para largo tiempo y ahora nos sentimos marginados”, asegura Hatem Al Tai, portavoz del Consejo Árabe de la ciudad, que vive estos días con gran preocupación.

Temor a una guerra

Los kurdos defendieron que la inclusión de Kirkuk en las zonas de voto en la consulta fue adecuada porque “pertenece a lo que consideramos al gran Kurdistán, el Kurdistán histórico”, insisten los dirigentes de los dos grandes partidos, pero “esto terminará en guerra. Tarde o temprano la cosa explotará y habrá choques armados porque es así como se arreglan las cosas en este país y es lo que yo he conocido toda mi vida, guerra”, lamenta Mohamed, estudiante de 21 años, en el bazar de la ciudad. Turcomanos y árabes tienen miedo de hablar con la prensa, mientras los kurdos no disimulan la euforia ante la victoria en las urnas y el poder que tienen sus fuerzas en las calles.

En la carretera que une Kirkuk con Erbil barrios y más barrios de reciente construcción esperan la llegada de más familias kurdas, lo que alterará aún más la balanza demográfica a favor de los intereses de la KRG. Cada grupo interpreta la historia y manipula los datos como más le conviene y el acuerdo parece lejano, un problema más para la interminable agenda de heridas abiertas en Irak.