GAZA. “Saqué mi bandera, mi enorme bandera de Palestina de 6 metros. Esto provocó tanta alegría entre los que me rodeaban como enfado en los soldados y no tardaron en dispararme”, recuerda Wael Mushtama, de 44 años, desde la habitación del hospital Al Shifa, principal centro médico de Gaza, donde se recupera de la herida causada por el impacto de una “bala explosiva”, según le han informado los médicos, en su pierna izquierda. La planta de Traumatología está completa, con seis pacientes por habitación, y la mayoría forman parte de los 800 palestinos heridos por disparos del Ejército durante la ‘Marcha del retorno’ del viernes, de acuerdo a los datos del ministerio de Salud gazatí. Otros 150 sufrieron heridas por el impacto de las pelotas de goma y metal y 20 por inhalación de gas, unas cifras que indican que se optó por el fuego real antes que por el material antidisturbios.

Banderas palestinas sobre las camas, fotos de Arafat, cámaras de televisión y visitas y más visitas hacen que cada habitación sea como un pequeño lugar de homenaje a estos manifestantes que van a precisar largos procesos de rehabilitación para poder volver a caminar. Héroes para sus familiares y amigos, “terroristas” para los israelíes, que recurrieron a “un uso desproporcionado de la fuerza”, según la denuncia de grupos como Human Rights Watch (HRW), para disolver una movilización de decenas de miles de personas que se acercaron a la verja de separación para reclamar el derecho a volver a las tierras de las que fueron expulsados en 1948 tras la creación del estado de Israel, un derecho recogido en la resolución 194 de Naciones Unidas. Una manifestación que no provocó herido alguno en las filas israelíes.

Tres guerras en ocho años hacen que los centros médicos palestinos tengan experiencia en este tipo de situaciones, pero profesionales como Yehia Shuraim, miembro del equipo de Urgencias de Al Shifa con experiencia en la ofensiva de 2014, en la que Israel mató a 2.500 personas, la mayoría civiles, según la ONU, en apenas 40 días, recuerda que “debido al bloqueo tenemos escasez de determinados medicamentos y de cosas tan simples como guantes de látex. Si tenemos muchos viernes como este no será sencillo sacarlos adelante”. Los cuatro grandes hospitales de la Franja se encuentran en “situación de emergencia” y el personal está mentalizado para acudir a sus puestos ante la nueva movilización masiva prevista para mañana, en la que se quiere recordar a los 17 manifestantes fallecidos hasta ahora.

“Soy hijo de refugiados del 48, que fueron expulsados de Beersheba, aquí puedes ver mis títulos de propiedad. Me siento orgulloso de esta herida y solo pienso en recuperarme para regresar a la verja porque es mi obligación como refugiado”, comenta emocionado Wael, quien está contento, pese a que puede perder la pierna, porque “ya era hora de dejar las diferencias políticas a un lado y juntarnos todos por una causa común: el retorno”.

En la cama de enfrente se recupera Mohamed Al Herbawi, joven de 20 años y también descendiente de refugiados del 48 expulsados de una aldea próxima a Ramla. “No me dio tiempo ni de disfrutar del ambiente. Salí del coche y para cuando me di cuenta sentí una especie de descarga eléctrica en una pierna, intenté volver al coche y me dispararon en la otra pierna. Me desplomé”, relata este joven de ojos grandes y tono relajado al que un francotirador alcanzó en la acampada de Bureij, una de las cinco que se han levantado a lo largo de los 65 kilómetros de frontera. “Disparaban a discreción”, denuncia Mohamed, para quien “no fue una sorpresa ver tanta gente porque esta es una causa común de todos los palestinos”.

Entre los más de 800 heridos de bala, “la inmensa mayoría presenta los impactos en la cabeza, articulación de la rodilla y articulación pélvica, lo que demuestra que las fuerzas israelíes disparan para matar o causar discapacidades”, apunta Yihad Al Juaidi, responsable de la Unidad de Cuidados Intensivos de Al Shifa, en declaraciones recogidas por la cadena Al Jazeera.

Desde el otro lado de la verja, el Gobierno israelí cierra filas en torno a la respuesta de su ejército, se niega a abrir una investigación, como le piden desde la ONU o la Unión Europea, y defiende que se disparó a “terroristas”, entre ellos varios miembros de Hamás y Yihad Islámica tal y como han admitido las propias facciones. Fuentes militares han adelantado que no piensan variar sus normas de enfrentamiento. Ante el riesgo de un nuevo viernes sangriento la organización israelí Betselem llamó a los soldados desplegados en la verja a “desobedecer órdenes ilegales como las de disparar a manifestantes desarmados”. En los hospitales de la Franja se preparan para el peor escenario posible.