BAGDAD. La cartilla de racionamiento sigue vigente en Irak. Cada ciudadano del país tiene derecho a recibir mensualmente su ración de aceite de oliva, arroz, azúcar y harina como lo viene haciendo desde 1996 cuando Sadam Husein puso en marcha este plan de ayuda. “Funciona peor y es menos puntual que entonces, nunca está listo a principios de cada mes”, se quejan algunos ciudadanos consultados a quienes lo que más les duele es que pese a nadar en petróleo el 23 por ciento de los 30 millones de iraquíes vive bajo el umbral de la pobreza, según el ministerio de Planificación. El Gobierno trató de poner final a la cartilla, pero el ayatolá Sistani declaró la comida “intocable” y se opuso al plan de las autoridades de dar una cantidad de dinero a cada persona en lugar de los alimentos. Y en Irak, quien manda de verdad sobre el 70 por ciento de la población, es el ‘marjaie’ (líder espiritual y guía supremo) chií de Nayaf. La única variación respecto a la época de la dictadura es que ahora los funcionarios que ganen más de 1,5 millones de dinares al mes (unos 1.000 euros al cambio) pierden el derecho a su ración porque se considera que no la necesitan.

Donde estaba Sadam, su lugar lo ocupan los ayatolás. (M.A)

Junto a la cartilla, el funcionariado es otra de las herencias baazistas. Todos los iraquíes quieren un trabajo oficial para tener un salario mensual asegurado y, aunque no hay cifras oficiales, el ejército de funcionarios debe ser impresionante. Solo en las fuerzas de seguridad hay más de medio millón de iraquíes, entre Policía y Ejército, y cuando se entra en edificios como la Biblioteca Nacional se encuentran hasta ocho personas en la recepción mirándose entre ellas y sin hacer nada especial porque, como ocurría hasta 2003, los únicos con capacidad ejecutiva son los directores o sus segundos, el resto de trabajadores permanece a la sombra y no quiere ningún tipo de responsabilidad.

Los autobuses de dos pisos han vuelto a las calles de Bagdad, son nuevos Twin Star de la casa Elba que se fabrican en Jordania. Sobresalen entre el caos circulatorio donde cada atasco es una pelea por la supervivencia. A la hora de trabajar es fundamental centrarse en una zona concreta y no moverse demasiado porque se puede perder el día en la carretera a causa de los puestos de control y el cierre sorpresivo de rutas “por motivos de seguridad”. El trabajo de la prensa es más sencillo que en la época de Sadam, según los veteranos consultados, pero la dichosa carta (‘kitab’, en árabe, una palabra que se memoriza de tanto escuchar) de la Gobernación de Bagdad sigue siendo imprescindible para sacar una cámara. Un papel verde en el que se autoriza al trabajo en las calles de la capital, para salir a otras ciudades hay que pedir otros salvoconductos. En pocos metros le pueden pedir a uno la carta varias veces porque no hay coordinación entre los puestos de control. Hay que tener paciencia, poner buena cara y esperar a que den el ‘ok’ por radio para avanzar.