La amenaza de cierre del estrecho de Ormuz por parte de Teherán hecho que la Quinta Flota de EE.UU con sede en Bahrein mueva ficha. Los iraníes lanzan el órdago diciendo que “sería más fácil que beber un vaso de agua”, pero como han demostrado en los últimos 30 años no son amigos de la confrontación directa. Conscientes de la inferioridad militar y de las repercusiones que para el régimen podría tener un movimiento de este tipo mantienen el pulso mediático, organizan unas maniobras navales en la zona y poco más.

      Mural en el muro de la antigua Embajada de Estados Unidos en Teherán. (M.A)

Mientras Ormuz ocupa titulares el socio iraní en el Eje del Mal de George Bush termina de enterrar al Querido Líder y corona a su hijo como sucesor al frente de Corea del Norte. El tercer socio, Siria, juega al gato y el ratón con la misión de observadores enviada por la Liga Árabe. Irán, Corea del Norte y Siria tienen en común el control de la información y de la imagen que cada régimen quiere transmitir al exterior. Los iraníes, los sirios y los norcoreanos que nos llegan a través de las agencias oficiales se muestran unidos y firmes frente a Occidente, pero algo falla. En el caso sirio parece obvio y desde hace diez meses el periodismo ciudadano ofrece testimonios de la represión diaria en varias ciudades del país (ahora también profesionales que burlan los controles del régimen y trabajan infiltrados con los opositores). Los analistas alertan del riesgo de que el país caiga en manos de islamistas –lo mismo que ha ocurrido en Túnez, Libia y Egipto con el beneplácito de la comunidad internacional y el respaldo ciudadano-, pero no aportan soluciones al callejón sin salida en el que se ha metido Bashar Al Assad.

En Irán el desencanto con la república islámica golpeó a la cúpula del régimen tras las elecciones de 2009. Desde entonces las cárceles están llenas de aquellos jóvenes del movimiento verde que hicieron estremecerse los cimientos del sistema. Desde Corea del Norte, en cambio, no llegan noticias de fisuras o de movimientos internos que traten de moverse contra la dictadura. Simplemente no llega nada y cada periodista que entra allí sale (salimos) con el mismo material insulso cargado de generalidades y con el adjetivo “hermético” repetido en cada párrafo.